viernes, 15 de octubre de 2010

El libre albedrío y el determinismo: "Soy sólo una máquina"

Si nuestros cuerpos pueden ser controlados por fuerzas externas del universo, plantea Tom Chivers, entonces, ¿dónde queda el libre albedrío?

Estamos en el Instituto de Neurociencia Cognitiva, en Queen Square, en Londres, el centro neurálgico de la investigación británica. El profesor Haggard está demostrando "la estimulación magnética transcraneal", una técnica que utiliza bobinas magnéticas que afecten nuestro cerebro, y luego controlar el cuerpo. Una de sus asistentes de investigación, Cristina Fuentes, está agarrando con una paleta en forma de lazo un lado de su cabeza, moviéndola poco a poco. "Si lo hacemos bien, algo puede pasar”. Ella presiona un interruptor, y la bobina se activa con un clic. El profesor Haggard tiene espasmos en la mano. "No es que yo haga eso", asegura él, "es ella".

La máquina no puede forzar al profesor Haggard a hacer nada realmente complicado. "No puede hacer que firme mi nombre", dice, casi con tristeza, pero en un punto, Cristina es capaz de hacer cimbrear un poco mi dedo índice, como un maestro de escuela . Es un control muy fino, de una parte del cerebro específicamente al mando de una parte del cuerpo. "Hay todo un mapa detallado del cableado del cerebro al cuerpo que se puede construir".

Estoy viendo como Christina controla los dedos del profesor Haggard como una marioneta. La naturaleza mecánica de ello es inquietante. Un gráfico en una pantalla muestra el trazado de su actividad muscular por tiempo; 20 milisegundos después de que ella hace clic en el botón dibuja una elegante subida y bajada, como un latido en el ECG. Los 20 milisegundos es el tiempo que tarda la señal en viajar por los nervios. "El tiempo de conducción sería menor desde los músculos de mi mandíbula que desde los músculos de mi pierna", dice. Y como muchos de nosotros reconocemos, el proceso se vuelve menos efectivo a medida que envejecemos. “A medida que envejezco, la curva se moverá lentamente hacia la derecha en el gráfico".

La idea de que nuestro cuerpo puede ser controlado por una fuerza externa es muy sorprendente. "Esto está absolutamente fuera de mi control", insiste el profesor Haggard, mientras sus músculos continuaban moviéndose. "Yo no lo estoy haciendo, sino Christina. En esto sólo soy una máquina, y ella me está manejando."

¿Y qué significa esto en términos de libre albedrío? "No tenemos libre albedrío, en el sentido espiritual del término. Lo que estamos viendo es la última etapa de salida de una máquina. Hay un montón de cosas que ocurren antes de esta etapa ... planes, metas, aprendizaje, y esas son las razones por las hacemos cosas más interesantes que el mero hecho de mover los dedos. Pero no hay fantasmas en la máquina."

Las conclusiones son sorprendentes: si somos parte del universo, y obedecemos sus leyes, es difícil ver dónde está el libre albedrío en él. Lo que nosotros consideramos como libertad, dice, no es más que un producto de la complejidad. "Una ameba tiene una entrada y una salida. Si la tocas con un producto químico, se abre, con otro, se repliega.

"Si usted ve una luz verde, puede significar que apriete el acelerador, pero hay un montón de situaciones en las que no quiere decir esto, por ejemplo, si el coche de delante no se ha movido; el mismo estímulo a veces me hace presionar el acelerador y a veces tocar la bocina. No somos seres con sólo una entrada y una salida ..., tenemos que hacer frente a un mundo desmesurado de entradas y una enorme gama de salidas. Yo creo que el 'libre albedrío' el término se refiere a la adaptación a esa complejidad."

Poco a poco, sin embargo, estamos aprendiendo más acerca de los detalles de esa complejidad. Esto, continúa el profesor Haggard, tiene profundas implicaciones: filosóficas, morales, y lo más preocupante, legales. "Entendemos que existen áreas del cerebro responsables de un comportamiento impulsivo, los cuales son muy poco responsables de inhibir esa conducta. Hay toda una red cerebral asociada con la inhibición de cosas que no deberías hacer.

"¿Qué pasa si alguien comete un crimen, y resulta que hay una lesión en esa área del cerebro? ¿Es la persona responsable? ¿Sería el daño a la ‘máquina’ suficiente para que nosotros le eximemos de esa idea humana tan básica de que somos responsables de nuestras acciones? No lo sé." Él se refiere a un proyecto de gran envergadura en Estados Unidos, donde abogados, neurocientíficos, filósofos y psiquiatras, están tratando de averiguar el impacto que la ciencia del cerebro está teniendo sobre nuestro sentido socio-jurídico de la responsabilidad".

Esto va terriblemente en contra de la sensación de libertad que sentimos en cuanto al control de nuestras acciones, en los que basamos nuestro sentido del yo y todo nuestro sistema moral. "Hasta donde yo sé", señala el profesor Haggard, "todas las sociedades tienen individuos responsables de sus acciones. Incluso en las sociedades animales, los individuos tienen una reputación. Los primates no humanos modifican su comportamiento de acuerdo a cómo otros animales responderán. Los machos jóvenes no roban a los machos mayores, porque saben que obtendrán una paliza. Ese es el principio de la responsabilidad social, la conciencia de que su comportamiento tiene efectos sobre el comportamiento de los demás, y puede tener consecuencias buenas o malas.

"Es una regla que necesitamos tener como animales sociales que somos. No podría haber sociedad si no, si haces algo mal, pagas por ello. La cuestión es, ¿qué hacemos cuando la maquinaria cerebral no se ajusta a las reglas de juego, o decide no jugarlas? No es una cuestión científica Esto es una cuestión moral."

Tal vez, sugiero, hemos sobrevalorado el libre albedrío. Tal vez no exista en la mística una forma que rompa-las leyes-del universo, pero hay un sentido de que este "yo", este cerebro y este cuerpo, responde al mundo, que reacciona a la información, que intenta formar parte de su medio ambiente y que toma decisiones. ¿No podemos cambiar el libre albedrío  por algo más defendible? Mientras sigue golpeteando sus dedos.

"Sí, interactuar de manera inteligente con el entorno puede ser suficiente. La definición filosófica de libertad usaría la frase ‘podría haber actuado de otro modo’. Cogí la taza azul, ¿podría haber cogido la blanca? Dadas las condiciones iniciales, el mundo tal como era, ¿podría haber actuado de otro modo?

"Como neurólogo, has de ser determinista. Hay leyes físicas, eventos eléctricos y químicos a los que el cerebro obedece. En idénticas circunstancias, no podías haber hecho otra cosa. No hay un 'yo' que diga "Quiero hacer otra cosa". Es la riqueza de la acción que realizas determina una acción inteligente o una tonta, eso es el libre albedrío."

Algunos filósofos, como Robert Kane, Karl Popper y John Eccles, han mantenido la esperanza de que la indeterminación cuántica, la aleatoriedad a nivel del tejido del universo, podría rescatar la verdadera libertad.

El profesor Haggard se muestra despectivo con eso. "Nadie quiere que se le diga que tan sólo es una máquina. Pero no hay pruebas convincentes que se aproximen a un punto de vista cuántico. Popper y Eccles propusieron que el libre albedrío podría deberse a la indeterminación cuántica en los mensajes químicos que comunican las neuronas.

"Pero nada de eso ocurre a nivel cuántico. Desde el punto de vista físico, las cosas funcionan a nivel macro". Por otro parte, la actividad cuántica es puramente aleatoria, y el azar no te da más libertad que el determinismo.

¿Te causa molestia esto, pregunto? ¿El ser una máquina? "Yo mantengo mi vida personal y profesional perfectamente separada," dice sonriendo. "Todavía puedo decidir qué películas voy a ver, no me siento predestinado, aunque algo debo determinar en algún lugar de mi cerebro.

"Hay una idea en la teología que sitúa nuestro libre albedrío al lado de Dios. Y Milton lo describe preciosamente en “El paraíso perdido”. Nos gusta pensar que somos maravillosos, que tenemos esta maravillosa capacidad. Pero también debemos ser más imparciales: Tal vez hemos sobrestimado el valor y la emoción de tener libre albedrío."

En este sentido, me despido; aunque en realidad, no tenga otra opción.


  • - Referencia: Sott.net, 12 de octubre 2010, por Tom Chivers
  • - Fuente: The Telegraph, RU.
  • - Imagen: Se utilizan bobinas magnéticas para influir en el cerebro del profesor Haggard y controlar su cuerpo. Foto de Martin Pope

2 comentarios:

  • Arboleroafull says:
    23 de octubre de 2010 03:58

    Casi lloro, por fin encontré el artículo que busqué tanto tiempo para tener una prueba fidedigna de mi forma de pensar ♥

  • Pedro Donaire says:
    23 de octubre de 2010 08:14

    Que interesante, ¿podrías darme unas pinceladas de tu manera de pensar? Me gusta saber cómo piensan los demás acerca de las cosas y la vida. Si quieres, claro.
    Un saludo

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